¿Qué es la optometría comportamental? Claves para entender esta terapia
Disciplinas como la optometría comportamental, también llamada terapia visual, son indispensables a la hora de determinar posibles problemas de visión que estén incidiendo negativamente en el proceso de aprendizaje de los niños.
Ahora bien, ¿qué es la optometría comportamental y cómo les ayuda a reconducir la situación? Eso es precisamente lo que venimos a contarte hoy.
¿Cómo funciona la optometría comportamental?
La optometría comportamental estudia principalmente cómo interpreta el cerebro las señales visuales. Lo hace fijándose, por ejemplo, en el movimiento de los ojos y en cómo se compenetran entre ellos, en si el enfoque de las imágenes se produce de forma correcta o en si el concepto de lateralidad se ha desarrollado adecuadamente.
Los niños no solo deben ver lo que tienen delante, sino que además deben comprenderlo para que sus cerebros lo asimilen de forma adecuada y esto les haga aprender. Es por eso que la importancia de la optometría comportamental contra el TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad) puede ser determinante.
La terapia visual utiliza, entre otros instrumentos, lentes especiales y prismas con los que obtener los mejores resultados para cada paciente, a la vez que trabaja con ejercicios tanto de movimiento como a nivel sensorial.
¿En qué tipo de situaciones actúa?
La optometría comportamental es un tipo de entrenamiento optométrico que actúa en todo tipo de situaciones que no tienen que ver con enfermedades o con defectos refractivos como la miopía, la hipermetropía o el astigmatismo. Es decir, la terapia visual se centra en aquellos problemas que pueden solucionar carencias de funcionalidad o de eficacia del sentido de la vista.
Esto ha demostrado ser un muy buen método para mejorar, o desarrollar desde cero si es necesario, determinadas habilidades visuales que estén suponiendo un problema para el correcto desarrollo de una persona.
Lateralidad cruzada: ¿cuándo acudir a un especialista?
La lateralidad es el proceso por el que el cerebro aprende a gestionar determinadas acciones con uno u otro de sus hemisferios. Esto es lo que hace que seamos zurdos o diestros al escribir, que tengamos un ‘pie bueno’ para jugar al fútbol o que utilicemos un ojo o el otro a la hora de, por ejemplo, apuntar a la hora de tirar un dardo.
El problema viene cuando la lateralidad no se desarrolla como debe. Este desarrollo se produce en torno a los cinco años de vida de toda persona, pero en aproximadamente 1 de cada 4 personas este proceso de lateralización no se desarrolla como debería, lo que hace que sufran una lateralidad cruzada.
Esta lateralidad cruzada, a la larga, puede traducirse en dificultades en el aprendizaje, por lo que de sospechar que un niño, pasados los cinco años, puede estar sufriendo este mal, lo más indicado es acudir a un especialista. Por suerte, con trabajo y esfuerzo este es uno de los problemas visuales más fácil de corregir, como la conjuntivitis, aunque como siempre lo más importante es cogerlo a tiempo, cuando el niño aún está en fase de desarrollo y es posible incidir de forma positiva sobre él mediante la terapia visual.